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05 March, 2012

Marzo 5. Sobrelleven los unos las cargas de los otros.

Gál. 6:2 Sobrellevad los unos las cargas de los otros (acción continua y progresiva, imperativo presente), y cumplid así la ley de Cristo.

     Algunas personas drenan emocionalmente mientras otras son una recarga emocional. Lo bueno es tener un balance. Pablo nos manda a vincularnos con los otros creyentes sin importar cuáles sean sus problemas, su trasfondo, o sus necesidades. Somos lo que somos, ¿cómo podemos sacar lo mejor de nuestra relación para edificarnos los unos a los otros?
     Lo continuo de la acción del verbo en el imperativo significa estar habitualmente, o siempre, sobrellevando las cargas de los otros. La palabra bastazo significa “agarrar con las manos, o poner sobre uno, cargar lo que es pesado”. La palabra baros, se refiere a cargas pesadas que son difíciles de llevar, y es utilizada metafóricamente para representar las difíciles circunstancias o problemas con los cuales una persona no se puede enfrentar. Esta carga puede ser psicológica, relacional, social o moral.
     Mucha gente intenta cubrir este defecto en su carácter o madurez con una máscara que dice “todo está bien”. Dios permite que seamos personalmente vulnerables a la tentación para prevenir la idea de que somos justos y Él provoca en nosotros la necesidad de recibir consejo, de rendir cuentas y de ser alentados por otros creyentes. El sainete se da cuando no hay nadie para hacer esto, ya que nadie se ha decidido a obedecer este mandamiento.
     Cuando ayudamos a un familiar en Cristo, soportamos la carga excesiva y de una manera tangible “cumplimos la ley de Cristo” que dijo la noche previa a Su crucifixión: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros” (Jn. 13:34). La ley de Cristo es nuestro compromiso de ayudar a otros. Pablo escribió, Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple:  "Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Gál. 5:14).
     El plan de Dios nunca es que seamos independientes de los demás. El orgullo hace que una persona quiera hacer “todo sola.” Al contrario, Él nos hace dependientes los unos de los otros para que la vida de Cristo pueda ser vivida en nosotros al tiempo que ayudamos a otros a través del laberinto de conflictos, tentaciones y desalientos de la vida. El vínculo con Cristo precisa que aceptemos la tarea de ayudarnos mutuamente. Cada uno de nosotros tiene un don espiritual, todos estos dones nos dan el poder para servir a las necesidades de los demás. “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.” (1 Cor 12:7NLT). Si no estamos comprometidos a ayudarnos mutuamente, entonces nuestro regalo espiritual está desperdiciado.
     Algo que no se debe excluir de esta “carga” es el compromiso financiero con los misioneros y maestros. Pablo escribió en Gál.6:6, “El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye,” porque así enseñan las Escrituras que “los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (1 Cor 9:14). Ya que dependemos de los maestros que han recibido el don, de la misma manera los maestros dependen de la provisión del cuerpo de Cristo para obtener su soporte económico.
     El vínculo de la iglesia se ahonda con nuestro compromiso de restaurar y asistir a los hermanos y hermanas en Cristo. ¿Estamos lo suficientemente cerca de nuestros compañeros creyentes para ver a través de sus máscaras y acudir en su ayuda? ¿Nos importa?

Salmos 119:173, “Esté tu mano pronta para socorrerme, porque tus mandamientos he escogido.”
Traducido por Diego Gómezjurado Avila

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