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07 March, 2012

Marzo 7. Sean benignos, misericordiosos y perdónense unos a otros.

Efesios 4:32 Antes sed benignos~~ unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

     El amor bíblico no es una respuesta emocional o sensual hacia otra persona, sino un compromiso desinteresado de ayudar, beneficiar y edificarla sin considerar el posible beneficio personal que se derive de esa ayuda. Este tipo de acción requiere de una motivación de gracia que no es natural del ser humano. Es un atributo aprendido de, y facultado por el Espíritu. Los humanos egoístas, egocéntricos, ególatras tendemos a actuar de forma opuesta a lo que Dios hace y dice que debemos hacer.
     Es una acción incondicional que modeló nuestro Señor, tal como lo dice Lucas, que nosotros “amemos a (nuestros) enemigos (ayudándolos, beneficiándolos, sin necesariamente hacer que ellos nos gusten), y hagamos bien, y prestemos, no esperando de ello nada; y será nuestro galardón grande, y seremos hijos del Altísimo; porque Él es benigno para con los ingratos y malos” (Luc. 6:35b). Pablo escribió que son las “riquezas de su benignidad… que te guían al arrepentimiento” (Ro.2:4). Los conceptos de este versículo describen mejor lo que significa amar a los demás de forma práctica.
     El verbo imperativo presente es “estar” continuamente o habitualmente actuando de tres formas descriptivas: benignidad, compasión y perdón. La primera es xhrestos, que significa actuar de “manera afable, apacible, o amable (opuesto a áspera, dura, brusca o amarga)”. Esta es la respuesta física a las necesidades de los demás.
     Segunda, debemos estar siendo habitualmente “misericordiosos”, es la palabra eusplagchnos, que significa ser “compasivo”; viene de la palabra que se usa para entrañas o “corazonada”, una forma de empatía que siente el dolor de la persona en necesidad. Pedro escribió que seamos “de un mismo sentir, compasivos, amándonos fraternalmente, misericordiosos, amigables” (1 Pe. 3:8). Esta es la respuesta emocional a las necesidades de los demás.
     Tercera, debemos estar habitual y continuamente “perdonándonos unos a otros, como Dios también nos perdonó a nosotros en Cristo”. La palabra “perdonándoos” es charizomenos, de la palabra “gracia”: “otorgar un estatus favorable o aceptar incondicionalmente, como un regalo” solo porque la otra persona necesita saber que él/ella ha sido perdonada. Pablo sabe que los humanos fallarán en su esfuerzo de ser siempre compasivos y ofenderán y herirán así como inadvertidamente serán heridos por nuestros hermanos en Cristo, por lo que él nos da un remedio: Todos debemos perdonarnos los unos a los otros incondicionalmente, habitualmente e inmediatamente sin excepción. Así no albergaremos ningún resentimiento o amargura contra nadie. Este es el nuevo paradigma de la vida Cristiana: Vivir tal como Jesús lo hizo y lo sigue haciendo al perdonarnos diariamente.
     Todas estas tres descripciones deben ser las señales de identidad o características típicas de la comunidad de fe con la cual vivimos y adoramos. Ser parte de una comunidad como ésta sería como tener el cielo en la tierra…, en realidad, ésta es la meta de la iglesia, ser en comunidad un cielo en la tierra. ¡Sé hoy una parte constructiva de la edificación de estos vínculos con tus hermanos en la fe!

Salmos 86:5, “Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan.”

06 March, 2012

Marzo 6. Desecha la mentira, habla la verdad.

Ef. 4:25 “Por lo cual, desechando la mentira, hablad~~ verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.”


     Toda persona tiene ciertas características de comportamiento y de lenguaje que le identifican con su cultura. Pablo describió al “nuevo hombre, creado según Dios” (4:24). El nuevo hombre debe “despojarse” del “viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos”. Esto incluye muchos de los comportamientos característicos de la cultura, lo cual puede contradecir el comportamiento del NT. Ahora Pablo comienza a describir lo que parece ser “vestirse del nuevo hombre”.
     La frase “por lo cual” introduce al primer mandamiento de la nueva vida en Cristo. Al ser el lector regenerado en una vida nueva, las mentiras y la falsedad del diablo (“no hay verdad en él” Jn. 8:44) se han dejado de lado (arrepentimiento) al aceptar la verdad del evangelio. Por lo tanto, lo verdadero toma nueva calidad y valor. Ya que la verdad trajo semejante realidad, como lo es la nueva vida en Cristo, la verdad debe traer también otros beneficios, si se la aplica fielmente.
     Pablo les escribió lo mismo a los Colosenses, y aun más claro, “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos” (3:9), como si mentir hubiera sido la característica principal de los no salvos “viejo hombre”. Cuando los creyentes continúan arrepintiéndose de sus pecados, lo primero que debería irse es la vieja “falsedad”, tendencia a mentir, engañar, estafar, exagerar, “agrandar la verdad”, y decir medias-verdades por motivos engañosos.
     Obviamente se requiere sabiduría. La veracidad no significa revelar todo lo que conoces de todos (esto puede convertirse en murmuración: “revelar la realidad negativa de gente que no está involucrada”). La confianza que se comparte debe ser protegida en la familia. Sin embargo, es mentir cuando se retiene la verdad o se la manipula.
     ¿Por qué alguien querría mentir? Porque quieren cambiar sus circunstancias, su comportamiento o sus sentimientos de la realidad con un mundo de fantasía en donde son mejores de lo que realmente son. Creen que necesitan este cambio para impresionar a alguien o cumplir el objetivo que creen necesitar desesperadamente. Satanás les ha seducido a creer que la única forma de lograr estos cambios o de cumplir estas metas es mintiendo. Ellos no ven otra alternativa. Han sido cegados.
     La razón de este imperativo es que somos “miembros los unos de los otros”. Así como el cuerpo no puede funcionar a no ser que sus miembros físicos estén enviando señales verdaderas al cerebro, así también es el cuerpo de Cristo. Cuando comienza la mentira, se piensa que cada declaración es sospechosa y que podría ser otra mentira. Nadie es de confianza. Todos se vuelven cínicos. Se desvanece la confianza, se toma partido por algo, y comienza la guerra. La iglesia no puede funcionar bajo estas condiciones. Debe haber honestidad amorosa que apuntala toda relación a fin de ministrarse los unos a los otros. Debemos aprender a hablar “la verdad en amor” (Ef. 4:15). ¿Serás honesto, sin importar cuánto eso duela?

Salmos 89:14-15, Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; Misericordia y verdad van delante de tu rostro. Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte; Andará, oh Jehová, a la luz de tu rostro.

05 March, 2012

Marzo 5. Sobrelleven los unos las cargas de los otros.

Gál. 6:2 Sobrellevad los unos las cargas de los otros (acción continua y progresiva, imperativo presente), y cumplid así la ley de Cristo.

     Algunas personas drenan emocionalmente mientras otras son una recarga emocional. Lo bueno es tener un balance. Pablo nos manda a vincularnos con los otros creyentes sin importar cuáles sean sus problemas, su trasfondo, o sus necesidades. Somos lo que somos, ¿cómo podemos sacar lo mejor de nuestra relación para edificarnos los unos a los otros?
     Lo continuo de la acción del verbo en el imperativo significa estar habitualmente, o siempre, sobrellevando las cargas de los otros. La palabra bastazo significa “agarrar con las manos, o poner sobre uno, cargar lo que es pesado”. La palabra baros, se refiere a cargas pesadas que son difíciles de llevar, y es utilizada metafóricamente para representar las difíciles circunstancias o problemas con los cuales una persona no se puede enfrentar. Esta carga puede ser psicológica, relacional, social o moral.
     Mucha gente intenta cubrir este defecto en su carácter o madurez con una máscara que dice “todo está bien”. Dios permite que seamos personalmente vulnerables a la tentación para prevenir la idea de que somos justos y Él provoca en nosotros la necesidad de recibir consejo, de rendir cuentas y de ser alentados por otros creyentes. El sainete se da cuando no hay nadie para hacer esto, ya que nadie se ha decidido a obedecer este mandamiento.
     Cuando ayudamos a un familiar en Cristo, soportamos la carga excesiva y de una manera tangible “cumplimos la ley de Cristo” que dijo la noche previa a Su crucifixión: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros” (Jn. 13:34). La ley de Cristo es nuestro compromiso de ayudar a otros. Pablo escribió, Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple:  "Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Gál. 5:14).
     El plan de Dios nunca es que seamos independientes de los demás. El orgullo hace que una persona quiera hacer “todo sola.” Al contrario, Él nos hace dependientes los unos de los otros para que la vida de Cristo pueda ser vivida en nosotros al tiempo que ayudamos a otros a través del laberinto de conflictos, tentaciones y desalientos de la vida. El vínculo con Cristo precisa que aceptemos la tarea de ayudarnos mutuamente. Cada uno de nosotros tiene un don espiritual, todos estos dones nos dan el poder para servir a las necesidades de los demás. “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.” (1 Cor 12:7NLT). Si no estamos comprometidos a ayudarnos mutuamente, entonces nuestro regalo espiritual está desperdiciado.
     Algo que no se debe excluir de esta “carga” es el compromiso financiero con los misioneros y maestros. Pablo escribió en Gál.6:6, “El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye,” porque así enseñan las Escrituras que “los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (1 Cor 9:14). Ya que dependemos de los maestros que han recibido el don, de la misma manera los maestros dependen de la provisión del cuerpo de Cristo para obtener su soporte económico.
     El vínculo de la iglesia se ahonda con nuestro compromiso de restaurar y asistir a los hermanos y hermanas en Cristo. ¿Estamos lo suficientemente cerca de nuestros compañeros creyentes para ver a través de sus máscaras y acudir en su ayuda? ¿Nos importa?

Salmos 119:173, “Esté tu mano pronta para socorrerme, porque tus mandamientos he escogido.”
Traducido por Diego Gómezjurado Avila

04 March, 2012

Marzo 4. Cuídense de no consumirse los unos a los otros.

Gál. 5:15 Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad ~~ que también no os consumáis [“destruir, arruinar, quemar”] unos a otros.

     No hay nada que ayude más, y que al mismo tiempo sea tan destructiva como la lengua. Puede alentar o destruir, puede levantar el ánimo o quebrantarlo. Puede animar o triturar a alguien hasta dejarlo como un inútil. Prov. 18:21, “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos.” Nuevamente volvemos al corazón, “…porque de la abundancia del corazón habla la boca.” (Mt. 12:34).
     Es difícil imaginarse que los hermanos Cristianos puedan ser tan crueles los unos con los otros. Hay poco o nada tan destructivo como un par de palabras malvadas. Un profesor en un ataque de ira le grita al alumno, “Eres estúpido, porque no puedes leer,” o “Nunca aprenderás.” Puede que esté intentando aplicar una motivación negativa, y así él ponga cuidado y cambie, pero la mayoría de veces el niño cree lo que le dijo y su vida queda presa de esta falsa declaración. ¡Qué cruel!
     Pablo manda a la iglesia a estar alerta en cuanto a la forma como hablamos los unos de los otros. La palabra usada es la de animales salvajes luchando en una feroz contienda a muerte, mordiéndose los unos a los otros. Las luchas de poder, y las batallas por “territorio” son usualmente la raíz de los problemas cuando sentimos que alguien amenaza nuestras ambiciones u orgullo. Es un juego del “Sobreviviente” dentro del cuerpo de Cristo, lo cual está prohibido. No hay equipos ni eliminaciones del grupo. Con todas nuestras verrugas, somos un cuerpo. Se nos manda a hacer lo mejor posible, no a destruir lo peor de él. Se nos ordena lograr lo mejor de lo peor de nosotros.
     Tristemente, la mayoría de los problemas son solo superficialmente espirituales. En realidad son principalmente conflictos personales o amenazas de opiniones diferentes. ¡Cómo se atreve a discrepar conmigo! Luego comienzan con una campaña para desacreditar y aislar al “problemático”. De hecho, nunca se le confronta o se le brinda ayuda para tener armonía. Una vez que el caso en contra de él es lo suficientemente fuerte o hay la cantidad suficiente de personas que están amargadas en contra del “problemático”, esta persona es eliminada, despedida, o aniquilada emocionalmente. ¿A quién le importa? ¡A nadie! El problema está resuelto….hasta la siguiente persona.
     La continua discordia y contención en las Iglesias de Galacia provocaron este mandamiento. Esto es lo que Pablo quería decir cuando advirtió a los Corintios en relación a la Santa Cena: no estaban “discerniendo el cuerpo del Señor,” es decir, el cuerpo de la Iglesia. La gente estaba siendo herida y a nadie le importaba. Las “fracciones” o camarillas de “los chicos de siempre” que se forman en cualquier organización tienden a unirse en contra de los nuevos, criticándolos y juzgándolos como a inferiores, problemáticos o fracasados. Puede ser bastante cruel. ¿A quién le importa si alguien es destruido? … ¡Solamente a Jesús!
     El principio que gobierna es el amor, que edifica el uno al otro y busca lo mejor en los demás. De hecho, cuando pensamos en otros, se nos manda a pensar en “todo lo verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza.” (Fil.4:8). Nunca herirás a nadie si piensas así. De esta manera piensa Cristo de nosotros, y nos manda a pensar así los unos de los otros.

Salmos 38:9,12 “Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi suspiro no te es oculto… Los que buscan mi vida arman lazos, y los que procuran mi mal hablan iniquidades, y meditan fraudes todo el día.”
Traducido por Diego Gómezjurado Ávila

03 March, 2012

Marzo 3. Limpien sus manos y purifiquen sus corazones.

Santiago 4:8 b Pecadores, limpiad*~ las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad*~ vuestros corazones.


     Santiago, hermano de nuestro Señor, había dado recientemente una serie de exhortaciones para someterse a Dios, resistir al diablo y acercarse a Dios. Todo corazón regenerado anhela una cercana comunión con Dios. El Salmista escribió, “Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo.” (Sal. 84:2).
     Santiago escribe a los creyentes como si fueran sacerdotes Judíos del Templo, quienes eran los únicos que podían entrar al área del Templo, pero que hoy es la experiencia de todo creyente en el Templo celestial. Luego da dos mandamientos adicionales para el sacerdote-creyente al acercarse a Dios: Limpien sus manos y purifiquen sus corazones. Así es como el creyente debe ir a la oración, con la expectativa de entender la voluntad de Dios a fin de estar listo para terminar ese encuentro e ir a practicar Su Palabra y mostrar el cuidado de Dios por la gente.
     La limpieza, sea ceremonial o moral, era importante en el AT a fin de enseñar los requisitos para acercarse al Dios santo. Isaías escribió, “Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré… Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos” (Isa. 1:15-16). Tengamos cuidado, no sea que abusemos la gracia y perdón de Dios al punto de no ser conscientes de nuestros pecados personales y perdamos el interés en Su Palabra.
     Aunque Santiago confía en que Dios ya ha plantado Su Palabra en estos lectores, a quienes se les hizo “nacer por la palabra de verdad” (1:18), él dirige este mandamiento a “pecadores”. Es el pecado el que separa al hombre de Dios. David escribió, “No se levantarán los malos en el juicio, ni los pecadores en la congregación de los justos.” (Sal. 1:5). Los creyentes a menudo pierden la visión de lo horrible de sus pecados y de su necesidad desesperada de una limpieza constante. Gracias a Dios, “si (estamos continuamente confesando) nuestros pecados (Griego, “fallar al blanco, apartarse de los mandamientos”), Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn.1:9). ¡Que nunca perdamos nuestra necesidad de limpiarnos constantemente para ser aceptados en Su presencia!
     Este paralelismo hebreo entre “limpiad vuestras manos” y “purificad vuestros corazones” le recuerda al creyente de Salmos 24:3-4: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón…” El arrepentimiento no es solo por ofensas externas sino también por las corrupciones internas. Jesús dijo, “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mt. 15:19). Los de “doble ánimo” son aquellos que pretenden ser espirituales, pero que siguen amando la carne. Ellos viven una mentira.
     Para ser sacerdotes delante de Dios necesitamos limpiarnos continuamente de nuestras acciones de egoísmo y desobediencia, y purificar nuestros motivos de deseos egocéntricos, para así estar siendo continuamente transformados a la imagen de la Persona más maravillosa del Universo, el Señor Jesús. Sinceramente, ¿deseas ser como Jesús?

Salmos 24:3-4, “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón…”

02 March, 2012

Marzo 2. Ensanchen sus corazones.

2 Corintios 6:13, “Pues, para corresponder del mismo modo -como a hijos hablo- , ensanchaos*~ también vosotros.”


2 Corintios 7:2, Hagan lugar *~ para nosotros en su corazón; Admitidnos: a nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos engañado.”

     Estos versículos demuestran los sentimientos que Pablo sentía por los Corintios. Solo en otras dos ocasiones lo hizo directamente frente a sus lectores. (Gál 3:1 y Fil. 4:15). Pablo había sido profundamente herido por los Corintios, y aun así continuaba rogando en su espíritu por ellos.
     El había descrito su ministerio a los Corintios: “antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo.” (2 Cor.6:4-10).
     La actitud de Pablo hacia los Corintios es descrita de la siguiente forma “nuestro corazón se ha ensanchado” (6:11) lo cual significaba que los amaba sin importar cómo le correspondían. Posteriormente Pablo expande su pensamiento en el v. 12, “no estáis estrechos en nosotros” o mejor aun, “nunca les hemos negado nuestro afecto,” NIV. Pablo no dejaba que a los Corintios “se los empuje fuera” de su afecto debido a la falta de respuesta de ellos hacia él. Obviamente el corazón de Pablo esperaba una respuesta recíproca, “Como un intercambio justo…” (nuestro texto). Aparentemente mostraban poco aprecio por los sacrificios que Pablo hacía por ellos. El principio de una iglesia es amar a su líder de la misma manera como aman a la iglesia. ¿Te has sentido decepcionado por la falta de respuesta de aquellos a quienes sirves?
     Pablo nuevamente demuestra su amor por ellos al no reprimirles o hacerles sentir mal, al contrario él deja un principio para un líder o para quienquiera que se sacrifique por su congregación; él debería recibir su aprecio también. El mandamiento aoristo significa “inmediatamente decidir a ensanchar sus corazones.” Aunque fue dirigido a los Corintios en su relación con su pastor, Pablo, el principio trasciende los siglos y es aplicable para nosotros hoy.
     Es por eso que repite este mandamiento en el 7:2, “Hagan lugar para nosotros en su corazón.” Este es el modelo para las iglesias en cualquier lugar. Siempre debe haber una expresión recíproca de aprecio y afecto. Sin embargo, a pesar de su respuesta, su afecto hacia el pueblo de Dios no cambiaría. Su corazón y sacrificio por ellos no serían afectados. Este es el amor de Dios en la vida de Pablo.
     Hay que enseñar a la gente cómo debe amar sin importar la respuesta que reciban, sin embargo, idealmente debería ser recíproca. La gracia de Dios y la cercanía pueden hacer la diferencia.

Salmos 84:5, “Dichoso el que tiene en Ti su fortaleza, que sólo piensa en recorrer tus sendas.”

Traducido por Diego Gómezjurado Avila.

01 March, 2012

Marzo 1. Sírvanse los unos a los otros.

Gál 5:13b, “… sino servíos ~~ por amor los unos a los otros”.

     Siempre hay un argumento para el egoísmo y los actos ególatras: “Me merezco”, “Todos los demás lo hacen”, “Lo necesito o me frustraré”. Son excusas para satisfacer los deseos carnales y que siempre destruyen las relaciones, la credibilidad y el carácter. Pablo había advertido que no usemos nuestra libertad recién descubierta en el perdón incondicional en Cristo como licencia para pecar, destruyendo así nuestro potencial para esta corta vida. A cambio, en agradecimiento a Cristo, Pablo escribió “estén continuamente sirviéndose los unos a los otros”.
     La libertad cristiana no es la libertad para pecar, sino la libertad para amar, es decir, libertad para servir a otros. Pablo escribió, “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gál. 6:2). Esta ley es motivada, guiada y facultada por el Espíritu que está adentro, no impuesta por una autoridad externa. Es, tal como manda el NT, una nueva forma de pensar en cuanto a la vida y a los demás. El Espíritu nos dirige a implementar los mandamientos del NT de cientos de diferentes formas. No es legalista porque no es directamente relacionada con la conducta, ni se la puede realizar superficialmente. Los conceptos del NT son desinteresados, es decir, que benefician a otros en lugar de beneficiarnos a nosotros mismos.
     Si hemos sido unidos a Cristo mediante la salvación, entonces Su amor por otros se convierte en nuestro amor por otros. “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Ro.5:5). Si tenemos el Espíritu Santo, entonces el amor de Dios por otros y por el mundo es ya parte de nuestra nueva naturaleza. Si queremos ser dirigidos por el Espíritu, entonces debemos desear “servirnos los unos a los otros”. El amor significa buscar el beneficio de otro sin interés propio, sin que importen los sentimientos emocionales que tenemos hacia el necesitado.
     La palabra “servir” es un verbo fuerte (douleoo), que viene del sustantivo del Griego común para describir al esclavo por amor (doulos, Ver Gál. 1:10 y 2 Cor. 4:5). Cuando nos rendimos al amor del Espíritu que Él nos ha impartido, estamos capacitados para comprometernos desinteresadamente a llenar las necesidades de los que están a nuestro alrededor.
     El maravilloso mensaje del evangelio nos libera de una esclavitud legalista a la ley, a los mandamientos hechos por hombres, y/o a la adicción esclavizadora de una conducta pecaminosa. Al mismo tiempo, ese mensaje nos ha liberado para ser productivos, útiles y reflejos del amor de Dios hacia otros. Nuestra libertad no debe ser ejercitada en una independencia aislada. El cumplimiento y la satisfacción en la vida Cristiana a través de nuestra relación con Cristo no es el fin en sí mismo, sino un medio para transmitir a otros el amor de nuestro Maestro. Jesús no puede tocar a las personas hoy día, pero nosotros sí podemos. Él no puede demostrar Su amor hacia la gente sino a través de nosotros. ¡Qué privilegio ser vasos o canales del cuidado amoroso de Cristo hacia los necesitados que están diariamente alrededor de nosotros!
     La pasión de Cristo descrita en Gál. 2:20, “el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” se convierte en el tema principal de la vida Cristiana: En el lugar de Cristo, ¡nosotros amamos a otros y nos entregamos por ellos! Él se dio a Sí Mismo por nosotros, para que nosotros pudiéramos darnos por otros, especialmente por aquellos que no le conocen a Él. ¿Estamos deseando ser Sus vasos? Eso podría costarnos todo.

Salmos 119:167  "Mi alma ha guardado tus testimonios, y los he amado en gran manera.”

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